Mi primera visita al médico

Vengo de una familia sin microondas, con carretera de tierra, casa del árbol y un librito de medicinas naturales que cura todos los males. La cajita de los primeros auxilios siempre estaba vacía. En compensación, en la cocina había té de manzanilla por si te dolía la barriga, árnica en el jardín para dolores musculares, ajo y jengibre eran los antibióticos y para todo lo demás existe sábila (aloe vera). No tengo marcas de vacunas y no recuerdo haber ido al médico. 
Después de 25 años de buena salud, un día comenzó un dolor punzante y fuerte en el abdomen. Internet -que sirve para elevar el nivel de paranoia o para descartar ciertas enfermedades desde la comodidad de tu hogar- me ayudó a descartar apendicitis y a aumentar el miedo a estar padeciendo cáncer de páncreas. Eran la 1 de la mañana y no estaba en mi casa. Le pido a mi amiga y a su mamá que me acompañen al médico.  Los primeros centros de salud a los que fuimos estaban abarrotados de motorizados heridos, después de un rato dando vueltas en un taxi decidimos ir a Salud Chacao (un centro de salud de una zona sifrina de Caracas). Pasamos con el taxi hasta la entrada, es decir, al estacionamiento interno del hospital. Sentí un dolor punzante y fuerte en el abdomen y un estado de confusión propia de cuando alguien viene con un arma a amenazar a la mamá de tu amiga que está sentada al frente y crees que es el camillero más extraño del mundo hasta que entiendes que es un secuestrador en el estacionamiento de un centro de emergencias público. Ni siquiera le había dado tiempo a mi cerebro de procesar esa información y ya el secuestrador había entendido que había sido demasiado estúpido. La mamá de mi amiga, al ver el arma e intentar apartarla, gritó: "tengo una niña enferma!"; presumimos que eso hizo al secuestrador irse sin decir nada. Supongo que pensó que la gente va a la emergencia de un hospital público porque está sano y lleno de dinero.

El taxista bajó del carro como un cohete y detrás de él, nosotras, extrañadas, y yo, adolorida: para eso fui al hospital. Después de media hora hablando del tamaño del arma y de la inseguridad en Caracas pasé a lo que parecía un consultorio. El médico descartó apendicitis, me dijo que volviera al día siguiente con exámenes de sangre y orina y me recetó antibióticos aunque no tenía muy claro el porqué. Tomé los antibióticos y me metí en Internet en un intento de autodiagnóstico en el que, con los exámenes que me hice al día siguiente, consensué que había sido un cólico nefrítico (piedra en el riñón) que intenté curar con jugo de arándonos. A partir de ese día quiero estudiar medicina.

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