Carta a un mal jefe

Hace una semana llegué feliz a casa, pues había encontrado el trabajo ideal: ideal para mí en este momento. En la recepción de una posada de 2 de la tarde a 10 de la noche, respondiendo reservas, mails, preguntas, conversando con los huéspedes, organizando las cosas en tablas y listas (algo que me encanta), mostrando los cuartos, vendiendo paseos y, como era temporada baja, con algo de tiempo para dedicarle al blog (proyecto en el que estoy enfocada). Estaba feliz, me gustó todo pero le comenté a mis amigos que creía que me habían contratado porque le gusté al dueño y eso no me gustaba, cuando fui a buscar trabajo el dueño me hizo entender que no necesitaba de una persona para la recepción pero que me quería ayudar, que le gustó mi energía y que fuera a trabajar al día siguiente, Resulta que sí necesitaban y no sólo una persona sino 3 porque la dueña (de la mitad de la posada) iba a viajar y habían despedido a una chama porque no hablaba con los clientes.

Me pareció raro, pero bueno, tenía trabajo y me entregué (al final no tenía más nada que hacer, no conozco a nadie y era época de lluvia). Aprendí a usar Booking y hostelworld, a responder en portugués, inglés y español, comprar pasajes, vender paseos, control de las cajas y todos los pormenores de la posada. Mis jefes (los dueños de la posada) eran una polaca y su esposo (aunque estaban claramente separados) carioca (de Río de janeiro). Ella me enseñó lo básico de los programas de reservas, y lo que tenía que saber para ser recepcionista.

El primer día el carioca se instaló en la barra de la recepción a hablar mal de la mujer y a recalcar que él había pintado la posada e invertido el 50% y había dejado todo su éxito como Dj en Europa para venirse a esta ciudad de mierda sólo para demostrarle a ella que es una idiota (hasta ahora el único que demostraba ser un idiota era él). En ese momento entró una chica morena y preguntó si podíamos hacer una impresión (la posada tiene ese servicio para los huéspedes), que era domingo y no había conseguido nada abierto y necesitaba en serio hacer la impresión. Él la miró con aire despectivo y le dijo que no tenían tinta, que eso era una posada. La chica se fue y él comenzó a decirme que la gente de esta ciudad era así, llegan sin decir buenos días, a tratarte como si fueras su empleado y que en verdad lo hacen para ver lo que hay dentro de la posada porque se mueren de envidia. Puse cara de ehh.. es en serio que me está diciendo esto? y le dije que entiendo su punto pero que yo la hubiera ayudado con la impresión, pero que esa era yo.

La siguiente semana evité hablar con él, lo cual no fue tan difícil porque aunque dice saber hacer todo lo que su esposa me enseñaba, nunca me explicó nada y la que llevaba el control de todo era ella.

La esposa estaba por irse a Polonia por 6 semanas y él vivía manipulándola para hacerla sentir mal porque él se quedaba encerrado (por el trabajo en la posada) sin poder hacer lo que a él le gusta (ser un Dj supuestamente exitoso en Europa). Ella habló conmigo, y me dijo que si podía administrar la posada por 6 semanas y que sí sí, compraría un pasaje para el carioca para regalárselo de cumpleaños ya que él siempre le decía que lo lleve con ella, que no quiere quedarse, que se siente preso, blah blah blah. Acepté, tenía que, además de mi trabajo de recepcionista, hacer mercado, pagar las cuentas y revisar que todos los funcionarios hicieran su trabajo. Por eso iba a pagarme un poco más. Me gustaba el reto, la experiencia de gerenciar una posada me parecía interesante y me probaría a mi misma que podría hacerlo algún día con una propia.

Compra el pasaje y se lo regala con el plus de dejar la posada en buenas manos. Al día siguiente, después de dejar todo claro conmigo y los otros funcionarios, se va a Polonia. Día en el que El imbécil, como lo llamaré de ahora en adelante, me dice que ya le puedo dar un abrazo porque ya no está su esposa, dándome a entender que él sabía que yo quería hacer eso pero le tenía miedo a la esposa: sí claro, me moría por darte un abrazo y tu esposa que de vaina te soporta me hubiera matado.

Ese día mis dos únicos amigos en toda la ciudad (anteriormente ya me habían ido a llevar comida, la llave o alguna otra cosa y había aprovechado para presentarlos con la jefa e incluso con El imbécil que siempre fue bien antipático) fueron a visitarme. Se quedaron 10 minutos, la posada estaba sola y no interrumpían mi trabajo porque no había nada que hacer. En eso El imbécil entra y mis amigos educadamente le dicen "Boa noite, tudo bem?", y él siguió de largo a mirar por la ventana y revisar el celular, mis amigos pusieron cara de que tipo tan imbécil y me dijeron que se iban.

Al día siguiente, aparece El imbécil sin saludar (yo tampoco saludé porque las últimas 4 veces nunca respodió). Le pregunto si puedo sacar plata de la caja para pagar unos productos que se necesitaban en la posada y como sí yo no estuviera hablando me dijo que no le gustaban mis amigos y que no quería que vinieran más a la posada. Puse cara de extrañeza (no esperaba ese regaño ni esa respuesta) y le dije que está bien, que ellos no acostumbraban venir, pero que si no le gustaba, todo bien, él era el jefe, al final de cuentas. Comenzó un sermón de que él era el dueño de todo eso, y que yo estaba respondiendo con mucha prepotencia y por eso él concluyó que yo no servía para ese trabajo porque no lo estaba entendiendo, lo estaba contradiciendo, como cuando vino la chica de la impresora, que él era hombre y sentía la energía de los otros hombres, como la de mis amigos, que lo envidiaban, como mucha gente, porque era joven y era dueño de una posada (la verdad era mitad dueño) y Dj y había tenido no sé cuantas empresas y otros éxitos que parecían más bien fracasos, y que él no quería irse y dejarme ahí sin que yo entendiera. Repetí de nuevo que entendía, que una cosa era que no lo compartía, pero que yo no era la dueña así que acataría eso como una orden, que si por favor me dejaba hacer mí trabajo, ya que no había otra cosa de que hablar con respecto al tema.

Parecía que él si tenía otros complejos que mostrarme, comenzó a decir que la gente era racista (él es moreno) y que siempre preferían hablar conmigo que con él que era el dueño, que él estaba seguro de que eso era por racismo, y que así lo sintió de mis amigos, no sintió ningún interés de ellos por conocerlo. Le expliqué que ellos no tenían por qué tener interés en conocerlo, le dije que si él a todos los locales donde iba preguntaba quién era el dueño, que no es una falta de respeto. Respondió que mis amigos debían venir a conocerlo y agradecerle que él me dio trabajo, que yo era una prepotente, arrogante, que lo tuve todo en la vida y por eso me comportaba así, que necesitaba de él y que debía hacer lo que a él le diera la gana. Le respondí que él era el dueño de una posada que eso no lo hacía un superhombre, que yo no necesito de él, que hay funciones dentro de un trabajo, y yo tenía las mías y las cumplía bien y que él tenía otras (a lo que replicó argumentando que él no era funcionario, él era el jefe) como jefe.

Yo sólo pensaba que en una semana él se iría y yo podría trabajar tranquila en constante comunicación con la mujer. Dentro de mí, pensaba, capaz porque estudié psicología que él era un acomplejado de librito. Alfred Adler, un hombre pequeño, que envidiaba a Freud acuñó el término complejo de inferioridad: sentirse de menor valor que los demás. Normalmente es un reflejo mental inconciente que se proyecta por la imagen distorsionada del Yo al ser comparada con las ideas sugestivas que ha obtenido el individuo a lo largo de su vida. Estas ideas sugestivas hacen que el individuo tenga menos capacidades de las que realmente posee y dependiendo del individuo y de cuales ideales se propone lograr, su frustración se convierte en contrapeso de su avance. En la vida a veces podemos tener un sentimiento normal de inferioridad, yo por ejemplo, me siento inferior que muchos con respecto a mis capacidades para hacer música, este sentimiento puede actuar como motivación para lograr objetivos, pero un complejo es un estado avanzado de desánimo y evasión de las dificultades. Este complejo a su vez, puede manifestarse como un sentimiento de superioridad, es decir, creerse superior a los otros, recalcar éxitos que a nadie le importan, de los que nadie pregunta, en la búsqueda de reconocimiento, pueden desenvolverse sentimientos negativos con respecto a aquellos que no piensan igual que ellos, que no reconocen sus éxitos, pensamientos paranoides de que todo el mundo les tiene envidia, entre otras cosas.  

Obviamente, yo sé que era lo que él quería, quería que bajara la cabeza, que le jalara bolas, que le reconociera todos su éxitos, lo escuchara con cara de interés, le diera siempre la razón aunque estaba equivocado o, incluso, aunque perjudicara a la posada. Que no sólo yo hiciera todo eso sino que mis amigos le agradecieran porque me dio trabajo y quedaran boquiabiertos porque él tenía una posada y no sé cuantas empresas y cuando le daba la gana no saludaba y tendrían que perseguirlo para demostrar que estaban muy interesados en conocerlo y que luego le besaran los pies. Yo hubiera podido hacer eso, para no herirle su orgullo machista, para que no aflorará su complejo de superioridad con sentimientos de inferioridad, para que se sintiera por encima de mÍ, aunque en el fondo sabe que no está por encima de nadie, y seguir trabajando tranquila una semana hasta que él se fuera. Pero no lo soporté, y no sé si inconcientemente El imbécil no quería viajar y quería que además de eso la mujer se sintiera mal por dejarlo preso en el trabajo de la posada mientras ella se tomaba sus merecidas vacaciones, y si yo no quería trabajar sería más fácil la manipulación, pero él hizo que fuera insoportable. Nunca hablaba con los demás empleados, pero a mÍ siempre quería contarme lo desorganizada que era la mujer, lo buen Dj que él era y de vez en cuando humillarme y rebajarme. 

Estuvo diciéndome varias cosas en las que dejaba claro que era un completo idiota, machista, acomplejado y racista, por varias horas, en un momento puso a las de limpieza, que obviamente concordaban conmigo, en mÍ contra ejerciendo presión y diciéndoles que gracias a él tenían trabajo, como si el trabajo no es un intercambio de intereses: uno trabaja por dinero y otros te pagan por trabajo. Comenzó a hablar mal de mÍ y de mis amigos a otro empleado al lado mío, diciendo de vez en cuando que lo escuchara. Me amenazó con botarme porque él era el dueño de la posada y que yo no tenía poderes. Que yo era una hijita de mamá y papá y por eso no entendía nada, que no era nadie, como sí supiera algo de mí, como si no fuera demasiado racista de su parte creer que he tenido una vida fácil porque soy blanca o como si eso tuviera algo que ver.

Varias veces le dije que quería evitar conflictos, que mi intención era trabajar que si por favor podríamos dejar de hablar. Que no era retardada y había entendido su punto y como su empleada lo acataría pero que no veía el sentido de seguir hablando de sus complejos y sus paranoias. Que a veces no nos llevamos bien ni con familiares, que era obvio que nosotros no teníamos ningún tipo de afinidad pero podríamos ser profesionales y concentrarnos en trabajar. Ya se salía de mis manos. Me dijo con odio que no quería verme la cara, que no quería que trabajara ahí. Le pregunté si estaba despidiéndome, que si era así era injusto y que yo también tenía derechos (en este caso, desafortunadamente las fronteras y las leyes no siempre van a favor de los derechos ciudadanos, pero igualmente soy un humano y por tanto, debía tratarme como igual), que no tenía ninguna queja sobre mi trabajo.

Él no iba a dejarme en paz hasta que le bajara la cabeza y fuera "humilde" y agradeciera por haberme contratado en un trabajo de mierda y así él podría lidiar un poco con sus frustraciones y su baja autoestima. Me recordó a discusiones con la policía venezolana, un montón de tarados con un poco de poder, o, mejor dicho, con un arma en un país con un sistema judicial que favorece a un sector de la sociedad al que uno no pertenece. Que te muestran el arma para que les pidas perdón, les bajes la cabeza y admitas que la droga que te plantaron en el carro es tuya cuando obviamente fue plantada por ellos. El imbécil es de ese tipo de personas, sólo que no tenía ningún poder sobre mí, ni sobre nadie, ni un arma. Los empleados no lo respetan, le tienen miedo porque desafortunadamente necesitan del trabajo, del dinero. Por eso bajan la cabeza, pero en verdad piensan que es un idiota acomplejado y esperan que algún día se de cuenta de lo imbécil que es. No es respeto lo que sienten por tí, es miedo y asco.

Al final, después de 4 horas de escucharle toda la mierda que salía de su boca, le dije que si él no me quería ver más y yo mucho menos a él y que si íbamos a seguir hablando de sus complejos, frustraciones y desde su arrogancia, era mejor dejar todo así. Me dijo que él me había despedido ya, porque él es el dueño y blah blah blah, me fui, llorando y temblando de la arrechera.

Les cuento esto porque sé que esto acontece a diario, acontece a diario en esa posada y en muchos otros trabajos, personas que creen que porque son jefes son más, mejores, superiores. Bájense de esa nube, ser jefe no te da derecho a pasar por encima de nadie, ni de pedir alguna labor que esté fuera de tus funciones en el trabajo, ni tú tienes que escucharle sus problemas si no quieres, ni debes asentir con la cabeza cuando no estás de acuerdo. Eres una persona con opiniones y puedes aportar cosas buenas para tu trabajo sólo tienes que encontrar al jefe que le interese. Hay millones de trabajos, millones de oportunidades, no es una ayuda, tu lo ayudas a él, sin ustedes trabajadores, no habría posada, nadie limpiaría, nadie atendería a los clientes y tarde o temprano la empresa quebraría. Pero el mundo está lleno de jefes de mierda y empleados infelices.

Yo lloré toda la noche de la rabia y la impotencia, y si, me sentí como una idiota, con integridad y con dignidad, pero como una idiota sin trabajo, pelando bolas, quería vengarme de él de alguna manera sin perjudicar a los empleados o a la otra jefa, algo que lo molestara a él directamente, pero después pensé y creo que ser él es el peor castigo, sin amigos, desconfiando de todo el mundo, sabiendo que nadie quiere escucharlo y que aunque haya tenido éxitos es un pobre idiota infeliz, que se va a quedar solo y triste. No me arrepiento y escribo esto porque sé que es una mierda defender tus ideales cuando sabes que las consecuencias no te favorencen pero que no nos debemos rendir y permitir que haya personas que se crean más que los demás sólo por tener una empresa. Todos podemos llegar a ser como él, en lo bueno, pero capaz él nunca despierte y entienda que no importan los éxitos y el dinero cuando eres un pobre infeliz.

Comentarios

  1. nuestro mundo esta lleno de gratas sopresas y desagradables experiencias, lo bueno de todo eso, es que nos deja una experiencia. a mi me gusta saber que pasa despues de una gran tormenta y despues de um gran dia de sol! todo termina (como la cancion de hector lavoe) :) tenho que te encontra no pelourinho! que emocion un reencuentro desde que te conosi en acre! :)

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