Una breve reflexión sobre el abuso.

 

“Hace unos días decidimos, mi prima y yo, acampar en la playa de Antigos cerca de Praia do sono. Llegamos y armamos nuestra carpa, la noche prometía ser linda, imaginamos estar un rato en el fuego, comer, conversar y dormir, una noche de camping como tantas hemos vivido.

Alrededor de las 9 de la noche percibimos una luz, que parecía ser de alguna linterna, cerca de nosotras. Intentamos no perderlo de vista, pues la playa estaba sola. Nosotras estábamos en la mitad de la playa y la luz hacia el final. Después de unos 40 minutos le pregunto a Alejandra si sabía qué se había hecho la luz y en eso vislumbramos la presencia de un hombre con un palo en la mano, a menos de un metro de distancia, remotamente iluminado por la fogata. Nos asustamos. Comenzó a interrogarnos, a preguntar si estábamos solas. Dijimos que no, pero suponemos que percibió que no había más nadie. Nos apunta con la linterna en la cara, agarra a mi prima por el cabello y yo empiezo a forcejear con él. Él nos golpea con el palo, yo sentí que nos quería matar y violar. Entre gritos y golpes pudimos zafarnos y salir corriendo, intentamos escondernos en una piedra pero nos volvió a agarrar y de nuevo salimos como pudimos y corrimos hasta la comunidad de Praia do sono.

A esa hora casi todo el mundo dormía y nadie quiso prestarnos ayuda. Una persona nos dijo que habláramos con el presidente de la asociación de moradores. Fuimos hasta su casa y nos dijo que eso era normal, que no debimos quedarnos a acampar en la playa y que no podía ayudarnos más porque estaba con su hijo. Le pedimos un cobertor y dormimos abajo de su casa con un ojo abierto hacia la playa por si el agresor aparecía de nuevo. No apareció, en la mañana pagamos un barco para llegar a la otra playa y ahí estaba nuestra carpa, intacta. El implicado no quería robarnos. Quería agredir y violarnos.

Nos fuimos de Praia do sono y acudimos a la policía. De nuevo nos reclaman por acampar solas en la playa y no parecen muy motivados a emprender una investigación. Impresionaba que habían escuchado historias de este estilo muchas veces. Al día siguiente fuimos al hospital a levantar un informe de las agresiones y estamos divulgando nuestra experiencia para evitar que le pase a otra, otro.”

Esto les pasó a unas muy queridas amigas en Paraty, un pueblito turístico de la costa de Río de Janeiro. Son unas venezolanas guerreras que han viajado de mochileras por Brasil, acampado en varios lugares, haciendo malabares, trabajando, etc. Y hace más de un año se establecieron en Paraty por ser un lugar increíblemente hermoso y con mucha cultura.

Este acontecimiento y otros, me han dejado varias semanas pensando reiteradamente sobre el abuso. He conocido personas que han sido abusadas y que hace poco han compartido su historia conmigo, he estado siguiendo de cerca las denuncias del movimiento #yotecreovzla y las historias comienzan a estar dentro de mi entorno. Un conocido, de mi circulo social de Caracas resultó ser uno de los abusadores que luego de ser denunciado se suicidó. He hablado del tema con pacientes, colegas, amigos. Estamos entrando en un momento de conciencia hacia este tipo de padecimientos sociales que parecía estar dormido en la gran mayoría. ¿Por qué? No sé, no sé si es el algoritmo de la realidad que está siendo de alguna manera modificado por mi pensamiento o es que ahora le doy más atención a estos temas, o capaz los astros se alinearon para dar luz en estas problemáticas.

He pasado días intentando procesar toda esta información: la normalidad con la que permitimos el abuso en nuestra sociedad, la impunidad de los acusados, la falta de empatía de los que escuchan a alguien que ha sido víctima de abuso, el fusilamiento perpetuado a través de las redes sociales. Las consecuencias emocionales y psicológicas de las víctimas y los motivos de los abusadores. Todos estos temas han estado pasando por mi cabeza en estos días. No solo como reflexión externa a los hechos, he estado pensando cómo he sido cómplice muchas veces de este sistema patriarcal y machista que sin saberlo ha estado siempre dentro de mí.

Me di cuenta que he sido abusada y que ni siquiera me había dado cuenta, así de normalizado está el tema del abuso. No nos han enseñado a reconocer el abuso, al contrario, nos sentimos responsables por haber sido víctimas de abuso o nos parece tan normal que no nos detenemos a pensar en ello ni detenemos a quienes abusan de nosotros, no delatamos al abusador porque no sabemos siquiera si ha sido un abuso, parece tan normal.

Cuando pasó, hablo de pequeños abusos de los cuales ahora tengo conciencia, en el momento en que fui víctima nadie me había dicho que era abuso, tampoco me sentí abusada, por eso es que no quiero resignificar esas cosas del pasado, sin embargo, gracias a que otras personas se atrevieron a contar sus historias, a enseñarnos lo que puede ser abuso, lo que estamos acostumbrados a ver pero desde el punto de vista de la víctima, de las consecuencias psicológicas, físicas y sociales que el abuso puede causarnos, ahora estoy más atenta, percibo más y sé discriminar más desde dónde el otro irrumpe en mi espacio.

No había querido escribir sobre el tema porque se ha desatado un rencor profundo en muchas personas que escriben detrás de una pantalla y no me creo libre de pecado, creo que somos parte de una sociedad que nos ha enseñado a ser cómplices. Una sociedad que no nos ha enseñado cuáles son nuestros límites ¿Hasta qué punto tengo derecho sobre mi cuerpo? Recibes críticas de cómo vestirte, de cómo te acercas o dejas de acercarte a los otros. Como mujer tenemos miedos y pensamos que somos vulnerables, que no tenemos condiciones para decir no y que sea no, o para liberar nuestra sexualidad con quienes queramos sin ser vistas como “fáciles”.

Estoy sensible, ahora más que nunca, a percibir cómo algunas veces alguien con alguna posición de poder usa esto para abusar de los otros. Ahora que estoy más atenta, me entristece ver a mi alrededor tantos abusos cuando existe una asimetría de poder. Estoy hablando de alguien que te lleva en su carro de un lugar a otro, alguien a quien admiras, alguien a quien sigues, ya sea como figura pública, política, religiosa, deportiva, alguien a quien le dejan el cuidado de otra persona. Alguien evidentemente más fuerte que tú, o alguien con todas sus facultades frente a alguien con alguna discapacidad entendiendo ésta desde el punto de vista cognitivo o físico. Está ahí, siempre estuvo, no entiendo cómo no lo veía antes.

Agradezco haber adquirido esta sensibilidad. Poder captar cualquier manifestación de abuso a mi alrededor puede que me convierta en una persona más antipática, con menos amigos y con quien las personas empiecen a medir sus palabras pues cada vez que observe este tipo de comportamientos voy a querer denunciarlo y cortarlo de raíz.

Movimientos como el feminismo y en específico #metoo #yotecreo han abierto una ventana para expresarse y para escuchar en el discurso de otros aquello que puede que hayas dejado pasar o inclusive reproducido. Ya no se puede ocultar más, ya no podemos ser insensibles a estos temas, ya nos están tocando muy cerca y debemos, por lo menos, adaptarnos. 

Estamos ante una revolución, después de muchos años de lucha, las mujeres tenemos voz, nos creen y nos creemos, tenemos el apoyo de unas hacia las otras, nos hemos unido para defendernos, para cortar de raíz cualquier acto machista, tenemos más herramientas, tenemos más conocimiento, el conocimiento es poder y estamos aprendiendo a usarlo a nuestro favor. Tendremos ahora que cuidarnos de no ser jueces o de pasar al otro extremo. Por mi parte, no me gustan los radicalismos, sin embargo, sé que son y han sido parte de los logros. Prefiero mantenerme en el centro de la liga ya estirada, pero que tuvo que estirarse hacia los extremos para que cupiéramos en el medio.

Espero que sepamos revisarnos antes de señalar a otros, que nos informemos antes de opinar, saber entender y tolerar el machismo estructural del que hemos sido, e infelizmente, seguimos siendo parte, para que podamos superarlo, por siempre.

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