Capítulo II: La maleta

Antes de viajar siempre quedan mil cosas por hacer, este viaje no tuvo la excepción, que si la vacuna para entrar a Brasil, que aunque ya me la había puesto dos veces, no tenía el cartoncito amarillo y por tanto, tuve que pagar para ponérmela de nuevo, porque el servicio público no tenía insumos, para que al final nunca me la pidieran. Los dólares CADIVI, tu sabes cómo es esa vuelta. Para ese momento el dólar estaba a 60 bolívares en el mercado negro y a 6 si lograbas obtener por CADIVI, que en verdad no sé qué significa. [CADIVI (acrónimo de Comisión de Administración de Divisas). Cada día se aprende algo nuevo, gracias Google]. En fin,  es increíble que no haya casas de cambio. Este país siempre ha sido tan complicado. Nunca me aproveché de esos negocios en los que podía ganar dinero fácil jodiendo al “gobierno”, porque “esos dólares te pertenecen”. Creo que en verdad nos jodemos nosotros mismos cuando por CADIVI, por la escases y por la mala gestión de los recursos nos hundimos en la más profunda crisis que le ha tocado vivir a este país.

Dejar todas las casas en las que vivía, incluso la tuya. Tenía cosas regadas por toda Caracas y lo peor, no tenía ni dónde meterlas. Decidí reunirlas todas y regalarlas. Regalé el 80% de mi ropa y de mis cosas. El pasaje tenía fecha de vuelta a los 3 meses, pero dentro de mí algo me decía que sería mucho tiempo más el que pasaría antes de volver, así que para qué guardar tantas cosas si alguien puede usarlas mientras.

Mi hermano que ya lo intuía y quien en otros viajes era el que me prestaba la mochila me dijo: “no, ni de vaina te llevas mi mochila, después no vuelves y yo quiero viajar”. Las dos cosas se cumplieron a medias, yo volví pero después de un buen tiempo y él viajó pero a Cuba a rehabilitarse. Espero que se haya llevado el bolso, nunca le pregunté.

Se me ocurrió hacer una despedida el viernes 10 de enero, en mi casa, lejos. Tú ya te habías ido, no tenía sentido adelantar mi despedida cuando prácticamente nos habíamos despedido desde que llegaste. Fue una súper rumba, como siempre, chupe de pollo para todos, mucha gente, música en vivo, etc. Sábado resaca insoportable, cumpleaños de mi papá, yo en el fin del mundo, queriendo dormir, casi todas mis cosas estaban en casa de mi abuela, otras las tenía conmigo. Llamé a 3 taxis y ninguno quiso ir a buscarme ese día, mi mamá insistía en que me quedara un día más y mi papá me llevaría al aeropuerto, no en su cumpleaños, pero no somos tan dramáticos. Tomé 3 taxistas irresponsables como una señal y me quedé en casa. Arepas de cena, todos los personajes de la cuadra en casa, un buen descanso hasta el día siguiente que ya había cuadrado un taxi a las 6 am. Día de estrés de hacer todo lo que no había hecho y todavía no tenía idea de dónde meter las cosas que me llevaría, creo que ni lo había pensado.

A las 12 del mediodía mi papá me recogería en casa de mi abuela para llevarme al aeropuerto. Conté el dinero 1125 dólares y 51 Reales. Unas semanas después descubrí en el bolsillo de un pantalón 400 bolívares, cantidad que le debía a Carolina que estaba conmigo ese día.

Llegué a casa de mi abuela y mi tía infartada me decía:
      -  No entiendo, no puedo… ¿cómo es que no tienes la maleta lista?

En verdad, ¿cómo es que no tenía maleta? Estaba metiendo mis cosas en una bolsa negra cuando mi tía apareció con una maleta de rueditas. Hice la maleta en 30 minutos y por supuesto, metí un montón de cosas que nunca utilicé, algunas que cargué por mucho tiempo, y dejé muchas cosas que necesité. Cargué como por 3 países con una chaqueta de blue jean que jamás usé, cuadernos que había hecho con mi papá que nunca vendí, sandalias que a nadie le servían, pintura de labios, pintura de uñas, zarcillos, hojas blancas, como 5 kilos en cosas que no uso ni cuando no estoy viajando. Dejé mi sleeping bag y las medias para el frío. Pero bueno, ya me acepté así soy. Dejo todo para última hora. Epa, te conté que terminé la presentación de mi tesis a las 3 de la mañana en casa de Tamara y era para ser presentada a las 9 de la mañana. Lo mejor de todo es que no me dio tiempo de practicar pero la profesora me felicitó por la utilización apropiada del tiempo: 45 minutos exactos. Una vez más todo salió bien. Al igual que con la maleta.

Primero, mi amigo José me prestó un bolso enorme, y luego se lo devolví cuando mi amigo Bruno me regaló uno al que le faltaban los hierritos, lo cual lo hacía insoportable, pero en Córdoba mi amigo Pedro Montes intentó ayudarme y tenía el mismo bolso, así que imitó la forma de sus hierritos con unas cabillas en el primer intento de perfeccionar el bolso pero como eran redondas se daban vuelta y como eran cabillas eran pesadísimas, sin embargo, en Salta, fueron la referencia para que el papá de Nico, luego de contarle mi tragedia maletística, comprara unas láminas y me hiciera los hierritos a la medida. ¡Por fin! Luego de casi seis meses viajando tenía mochila.


La maleta, o en este caso, la mochila, es importante. Se supone que me convertí en una especie de mochilera, ¿sin mochila? Para mi próximo viaje invertiré en una. 


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