Todo depende de lo que hay dentro del cristal

O del cristal con que se mire. Supongo que soy una persona gregaria, me gustan los grupos, las reuniones, la gente, hablar. No soy alcohólica pero en una fiesta en la que están todos tomando yo también bebo, no hasta la muerte, siempre paro antes, bien antes, antes de sentirme demasiado mal y antes de hacer cosas por las que arrepentirse moralmente al día siguiente, pero sí, hago el ridículo también. Pero el nivel de alcoholismo personal no es el punto de este post. La verdad es que quería relatarles la historia del día en el que no podía beber porque estaba tomando antibióticos y fui a una despedida de solteras.

Llegué temprano e inclusive estuve ayudando con los preparativos de la fiesta porque era la despedida de soltera de mi prima. El plan era, primero, un charla de productos de un sexshop y venta para quien tuviera dinero e interés y, segundo, clases de pole dance o baile del tubo. Mucho alcohol y comida, muchas mujeres y no recuerdo haber visto hombres.

A eso de las 8 de la noche comenzaron a llegar las invitadas. La ex del novio, la novia del ex, la vecina, las amigas de toda la vida, las nuevas amigas, las primas y las novias de los amigos. La que daba la charla, bien antipática e igual le compraron cosas. El producto que partía la liga era un aro que se colocaba al comienzo del pene, apretándolo y vibrando de tal modo que no solo beneficiaba al hombre sino a también a la mujer: el producto del año, carísimo. De resto con un poco de creatividad podías hacer los otros juguetes, pero bueno, vendió muchos. Más tarde llegaron las bailarinas, super mamis que les enseñaban a las ya casi borrachas participantes, cómo montarse en el tubo y un bailesito para el novio\arrejunte\peoresnada\culo\matadespecho\esposo\y\o\u\todo eso en femenino #vivaladiversidad.

Para esas alturas el show comenzaba a ser cada vez más gracioso, para mi, que no había tomado una gota de alcohol y que conocía a la mayoría de los invitados. Las participantes se caían al intentar montarse en el tubo, los tonos de voz iban aumentando paulatinamente con las copas vacías, carcajadas poco frecuentes en la vida diaria de esas mujeres, tropiezos, chismes picantes y confesiones que nadie quiere escuchar.

En un momento de la noche, la nunca antes vista en situaciones de este tipo, tranquila y serena Michelle, ya había escuchado a su vecina pedir perdón por haberla tratado mal, a la ex del novio hablando demasiado bien del comprometido, a la solterona insatisfecha y varias mujeres hablando de lo mal que se las cogen sus maridos. Y es que el alcohol nos hace sentir en confianza, nos desihinibe y es como si no hubiese importancia, como si lo que digamos o hagamos podemos explicarlo con el hecho de que nos emborrachamos. Un poco de lo que deberíamos hacer para estar más felices pero sin el elixir etílico.

 Aprendí de ese día que no es necesario emborracharnos para ser sinceros, que tampoco es necesario para divertirse (sobre todo si los otros están borrachos) pero que es un poco extraño ser la única de la fiesta que no tome.

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