Mi encuentro con una cucaracha

 No es mi primer encuentro, recuerdo otros, siempre desagradables. Una vez vi dos cucarachas tirando, una hacia un lado y la otra mirando al lado opuesto, y para mi impresión más nefasta, caminaban juntas. ?Qué tienen estos minúsculos insectos que causan tanto asco en las personas?

Me acababa de terminar un libro de Olga Tokarczuk, una polaca que se ganó un premio nobel de literatura, quedé con ganas de seguir leyendo. Me encanta cuando leer desempolva las ganas de leer. Voy al estante donde tengo los libros, paso mi mano por algunos ejemplares tratando de escuchar cuál quiere ser el elegido. Siento una presencia a mi lado derecho. En una grieta que hay entre la pared y la puerta veo asomándose dos antenitas buscando la forma de salir. Me dio repulsión y me sentí atrapada, atrapada en mi propio cuarto. ?cómo voy a salir de aquí? 

Recordé que cuando alquilé este cuarto había un raid en la última gaveta del estante del baño. Odio este producto pero en ese momento se convirtió en la forma más impersonal de matar un animal. No me siento cómoda matando animales, sea cual sea su tamaño o peligrosidad. Pero me sentía en un duelo a muerte. 

Hace poco me separé, los últimos 6 años viví con mi ex pareja. Ahora vivo sola, bueno, con una señora un poco sorda de unos 70 años. He estado pensando en la soledad, en las infinitas posibilidades que te brindan los momentos contigo misma, en esos encuentros con lo que realmente soy, yo y esa que estoy conociendo. Este encuentro con la cucaracha reavivó mi vulnerabilidad. Me sentí íngrimamente sola, desamparada ante la invencible criatura del horror. 

Apreté el aerosol y las antenitas desaparecieron, salí corriendo del cuarto con la sensación de estar sucia, con grima, sensible a cualquier roce con cualquier cosa. Asqueada. Tomo agua, respiro, veo la hermosa vista que tengo la dicha de tener y vuelvo al cuarto. Y la escucho, tiene que ser ella, está entre mis papeles. Parecía que una criatura enorme revisaba una a una mis anotaciones. Mareada por el veneno cae al piso y de ahí sube por la maceta de una planta de millonaria y de ahí vuelve a caer borracha, pero sigue. La observo aterrorizada. Se mete entre los libros con ese sonido perturbador chiqui cquri chicri. Estoy paralizada. La veo abrir las alas en su último deseo de vivir pero el veneno ya había hecho efecto, solo pudo pararse y caer detrás de los libros. Silencio. Terror. No sé si murió. No he tenido la valentía para verificar esa información. 

No entiendo qué me despierta, no sé por qué no puedo ser racional, qué es lo que temo de este animalito insignificante. Ni siquiera estoy segura de si traen enfermedades, y las palomas no me producen este temor, no muerden, están a un zapatazo de morir, no son realmente seres amenazantes. Seran esas pequeñas pullitas en sus horrrosas patas que producen ese sonido crepitante entre las cosas, su color sucio o su cabeza extraterrestre, o sus antenas danzantes, o serán sus alas que hacen entrar en pánico hasta el más valiente de los guerreros al abrirse preparando el vuelo. No creo que sea nada de esto, pero me hace bien hablarlo, adrede elijo no hablar de cosas asquerosas, ni siquiera tengo palabras para tratarlas, evito las conversaciones escatológicas. No creo que sean esas nefastas características.

Una amiga lesbiana decía que los hombres solo sirven para matar cucarachas, y a veces ni eso. Tal vez me siento indefensa, ya no está mi príncipe azul para defenderme de los más tenebrosos mounstros, estoy sola y hay una cucaracha detrás de los libros. 


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