Cruce de frontera: Venezuela - Brasil


Luego de un viaje de 1200 kilómetros que, entre huecos, alcabalas y paradas, duró 28 horas, en un autobús incómodo e inseguro, llegamos cansados a Santa Elena y nos fuimos con algunos de los que conocimos en el autobús a un hotelito barato (en Santa Elena cobran todo en Reales o en su defecto dólares, casi nada en Bolívares). El hotel era cómodo y limpio, no había agua corriente, había un tobo grande con una jarra, un ventilador y un televisor en el que vimos un video de Maluma con Shakira. Yo no sabía quién era Maluma pero en una de las paradas del viaje un guardia se dirigió a Oscar como Maluma y desde ahí fue su sobrenombre. Al día siguiente, ya habíamos cuadrado con Franklin, un taxista, para que nos buscara por 30 reales y nos pasara la frontera, puesto que aunque en las noticias decía que estaba abierta, estaba cerrada.
Para ese entonces estábamos en el hotelito, y anotados para la travesía: dos gays, uno que tenía la boca pintada por micropigmentación por lo que siempre se le veía roja y el otro un andrógino belle que casi no hablaba. Ambos vivían ya en Manaus desde hacía un año y tenían un salón de belleza. Habían ido a Venezuela a buscar unos materiales y por un trabajo y estaban devolviéndose. Mireya y Joandre, madre e hijo saliendo del país para comenzar una nueva vida en São Paulo donde los esperaba el padre y el hermano de Joandre. Bladimir, sí con B grande, o mejor conocido como Carae´susto: un cubano que sólo poseía el pasaporte cubano vencido y quería salir de Venezuela porque no quería pasar dos veces por la sensación de estar preso en un país. Contaba que estuvo 9 años planificando la salida de Cuba, lo intentó por barco, por los estudios, por los deportes, no había manera de que saliera de la isla, siempre vigilado, cada cuento era de llorar, al final consiguió que una ecuatoriana lo sacara de ahí con un permiso de no sé qué coño. Contaba las atrocidades del régimen que él en su niñez apoyó gracias al lavado de cerebro impuesto por el gobierno y nos advertía de todos los pasos que la revolución cubana había dado para convertirse en la dinastía en la que se convirtió y lo parecido de todas esas acciones con lo que pasa en Venezuela hoy día. Y nosotros dos: yo y Maluma.
Franklin nos fue a buscar en una machito de 12 puestos. Nos paramos en la plaza para llenar el carro e intentar cruzar la frontera. En eso llegó un indio, o por lo menos parecía, que iba a encontrarse con alguien en la frontera. Una señora y un señor que iban a comprar mercancía a la línea y se devolvían y una pareja de jóvenes que se iban a trabajar a Boa Vista para poder regresar a buscar a su hijo.  
Arrancamos. El chófer, Franklin, tomó ^la trocha^ que es un camino alterno por el aeropuerto de Santa Elena custodiado por guardias nacionales a los que los choferes deben pagarle y, cuando están de buenas, te permiten pasar. Luego se pasa por otro lugar en donde se le debe pagar a los indígenas y por fin cruzar a la frontera. Ahora entienden por qué la frontera sigue cerrada. Un negocio redondo. Ese día el coronel no estaba de buenas, decretó que ese día a él no le daba la gana de que pasara nadie. Varios carros se devolvían. Franklin avanzó un poco más para hablar con el coronel para interceder por nosotros y las palabras de éste fueron: ?Qué haces que estás aquí, quieres plomo?
Los rumores eran que para el día siguiente, martes (cabe acotar que nuestro vuelo era el miércoles a las 2 de la mañana) iban a abrir para los que compran comida, sin embargo, no daban seguridad de que así fuese. En este momento los nervios empiezan a apoderarse de todos los tripulantes del carro. Pensamos por un momento que Franklin, había inventado todo esto para cobrarnos más pues cuando llegamos de nuevo a la plaza dijo que había otro camino pero que costaría 80 reales porque era más largo y tenía que pagarle a un guía para que lo orientara. Todos lloramos para que nos rebajara el precio y al final lo dejó en 50 reales por persona. Era eso o quedarnos en el hotel de 30 reales, gastar en comida e intentarlo al día siguiente sin saber si podríamos hacerlo. Decidimos irnos por el camino alternativo. Franklin nos dio su palabra de que si no cruzábamos no teníamos que pagarle y nos devolvería al hotel.
En el camino tuvo que comprar gasolina y un chamo que hacía la ruta en moto le dijo que lo acompañaba. Fuimos hacia una entrada en la que se encontraban dos sujetos. Uno de ellos nos preguntó hacia dónde íbamos, Franklin le dijo que a La Piedra Sabana (o algo así) que se supone que es un lugar turístico, pero obviamente no íbamos de paseo. El otro sujeto empezó a decir que él era fulano de tal, el jefe de seguridad del consejo comunal blah blah blah y que nadie pasa para allá (porque a él no le da la gana). Franklin le dijo:
-          Pana, te voy a hablar claro: estos panas se quieren ir del país y queremos ver si podemos irnos por acá porque la guardia no nos dejó pasar en la trocha.
-          Sí, pero pa´ allá nadie me pasa, se cayó el puente y nadie puede pasar.
Nos devolvimos y agarramos otro camino, bastante rustico, pero nunca como nos tocó después, hasta llegar a una casa donde unos pemones estaban cocinando unas caraotas. Unos cuantos se bajaron y negociaron con uno de los pemones que era el jefe de la comunidad blah blah blah y que podría ayudarnos a convencer al fulano de tal para que nos dejara pasar, pero que igualmente nos advirtió que el camino era difícil y había que cruzar un par de ríos y que cobraba 20$. El carro iba muy pesado para el camino por lo que decidimos que las mujeres nos quedábamos en el carro y los hombres caminarían una hora con otro guía hasta un punto donde debían esperar el carro. El camino por el que ellos caminarían era boscoso y no tenía acceso para autos. Todos aceptamos. Carae´susto me pidió, ya que íbamos a pasar por el pueblo, que por favor le comprara dos botellas de ron porque esta travesía sin ron le era difícil de soportar. Además me dio todo su dinero para que yo lo guardara, no los conté pero eran varios billetes de dólares. Me los metí en el sostén, me dijo que agarrara 20$ para el ron y arrancamos, por un lado, las mujeres en el carro, y por el otro, los hombres caminando. En el carro íbamos Mireya, la chama que iba a Boa vista, la señora que iba a comprar mercancía, Misael, el pemón que nos guiaría, Leonardo el chamo que le había vendido gasolina y se tripeaba acompañarnos grabando todo el recorrido con un celular gigante que no le cabía en el bolsillo y yo. Compramos el ron y yo de una me eché un buche porque ya me dolía la espalda del estrés. Volvimos a la entrada de la Piedra de la sabana (o algo así) pensando qué estrategia utilizaríamos para que nos dejaran pasar y en eso vimos que no había nadie custodiando la entrada así que Franklin aceleró y conseguimos atravesar el portal.
De ahí en adelante pasaron aproximadamente 2 o 3 horas de camino rudo. Había momentos en los que yo pensaba: bueno, hasta aquí llegó, por aquí no hay camino, no hay por donde pasar; pero Franklin se vacilaba el rustiqueo y se metía por lugares sin camino, a veces el carro quedaba en dos ruedas o parecía que se voltearía. Pero como dicen, Toyota es Toyota. Atravesamos 3 ríos, partes de arena, partes de arcilla, partes de piedra. Espero algún día conseguir las grabaciones de Leonardo de la camioneta pasando por lugares inimaginables. Deje mi lado ecologista a un lado y sólo rezaba por llegar al punto de encuentro. Habíamos acordado vernos en una hora, pero el camino resultó ser más largo para nosotros. Cuando llegamos al punto de encuentro, los chicos no estaban y las pisadas indicaban que se habían devuelto. Misael corrió bosque adentro y los buscó. Una hora y media después regresó con los chicos. Habían venido y esperado y como no nos vieron se devolvieron y luego cuando Misael los buscó volvieron nuevamente. Misael y el guía de los hombres se devolvieron a su casa, no sin antes cobrar por su trabajo. Carae´susto pensaba que me había fugado con su dinero, el cual le devolví medio sudado con el ron y hielito. Por fin todos juntos de nuevo nos montamos en el carro y seguimos.
La otra parte del camino era más suave. En eso pasamos la frontera, lo supimos porque hay unas columnas que dividen el territorio. Todos nos pusimos felices y celebramos con ron. Seguimos y de repente había en el medio de la nada un puesto de la guardia. Ocho de los tripulantes del carro habíamos pasado por un viaje de Caracas a Santa Elena en el que la Guardia Nacional Bolivariana, un ente que supuestamente está al servicio del pueblo y su objetivo es protegernos, pero que en realidad lo que hacen es amedrentarnos y matraquearnos para que el sueldo les alcance para algo, nos habían bajado 7 veces del autobús y habían revisado maleta por maleta preguntando cosas como: dónde están los dólares o metiéndonos miedo diciendo que las computadoras no pasan sin los papeles y otras mentiras que algunos se creen y terminan dando plata por algo que no es para nada ilegal. Siento un odio profundo que no he sentido por nada ni nadie más en mi vida por la Guardia Nacional de mi país, miserables lame botas, los principales responsables de la crisis en Venezuela, a ellos le debemos muerte, miseria y hambre. Pero no quiero detenerme en ellos, sólo quería expresar la sensación, no sólo mía, al ver un puesto de la guardia cuando ya nos sentíamos librados de esa escoria. Nos detienen y nos mandan a bajar del carro, para ese momento yo ya estaba medio borracha y otros en el carro también. Pero por suerte eran guardias brasileros. Respetuosos intentando comunicarse en nuestro idioma nos pidieron revisar los bolsos, nos preguntaron amablemente a donde íbamos y nos dejaron ir. Todos nos quedamos sorprendidos y tan decepcionados de nuestra guardia. Además eran unos guardias fuertes, altos, bien alimentados, sonrientes, nada que ver con la guardia de nuestro país, que les pesa el fusil y están todos flacos revisando las maletas como ratas para ver que consiguen.
Seguimos por un camino lleno de polvo y llegamos a otro portón donde estaba un indígena que hablaba español y que vivía en una casa al lado del camino. Preguntó si ya habíamos cuadrado y le dijimos que habíamos cuadrado con Misael que estaba todo listo, nos pidió que esperáramos que le iba a preguntar a no sé quien coño y Franklin arrancó y lo dejó atrás. Era otro venezolano intentando sacar ventajismo de la situación. Quería cobrarnos porque sí.
Seguimos y por fin llegamos a Pacaraima, eran las 5 y 20 de la tarde, se nos fueron 11 horas para pasar la frontera. Le pagamos a Franklin, cambiamos dinero y nos fuimos a la frontera a sellar el pasaporte. Los gay no querían sellar el pasaporte porque nunca sellaron la entrada, Mireya y Joandre, Cuba (ya se le había quitado la cara de susto), Oscar y yo nos quedamos juntos, mientras alguno se colocaba la vacuna o sellaba el pasaporte, los otros esperábamos cuidando el equipaje, etc. En un momento, Mireya quería llamar a su esposo en Sao Paulo que le iba a mandar una plata con una señora de Pacaraima y yo empecé a preguntar por un teléfono con línea brasilera, varias personas dijeron que en la Cruz roja te permiten hacer llamadas pero que abren en la mañana y señalaban unas carpas enormes del otro lado de la calle. En eso un venezolano residenciado en Pacaraima me dice que por qué no nos quedamos en el refugio y sacamos los papeles de Brasil al día siguiente. No teníamos idea de qué significaba eso, el chamo habló con un coronel súper simpático y amable, el coronel se acercó y nos dijo que ya habían cerrado el acceso al refugio pero que él podía meternos en la lista para que pudiéramos quedarnos ahí, sin saber mucho nos dejamos llevar, nos dijeron que nos darían un lugar donde dormir, comida y un lugar para bañarse. No sonaba mal. Nos agregó a una lista y efectivamente nos dieron un colchón para dormir, una vianda con comida, acceso a un baño y ducha con tobo. Comí poco porque mi estómago se había reducido. Me bañé con tobito y me acosté a dormir. Esa noche dormimos, las mujeres por un lado y los hombres por el otro. Con las mujeres los bebés por lo que fue una noche de esas en las que casi no consigues dormir entre llantos de bebés, gente yendo al baño, risas y quejidos. Además tuve una pesadilla en la que me paraba la guardia que confundí con la realidad que era una chama buscando un tobo para bañarse en la madrugada. Fue una noche horrible, pero agradezco la intención. Nos estábamos quedando en un refugio para venezolanos (y cualquier otro no brasilero) que habilitó la ONU por medio del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas por los Refugiados) totalmente gratis y con operativo para agilizar los documentos de cualquier emigrante que quisiera optar por residencia o refugio en Brasil.
Aunque no fue la mejor noche de mi vida, fue una bendición haber dormido en ese lugar, al día siguiente a primera hora ya empezamos a hacer los papeles para pedir la residencia en Brasil, que es válida por dos años y que te permite estudiar, pedir carteira de trabalho para poder trabajar en blanco, cartão de saúde para optar por la medicina pública y otros beneficios. Nos dieron desayuno y enseguida empezamos con todo el papeleo. A las 3 de la tarde habíamos conseguido totalmente gratis, lo que se hace en un mes de ir de un lado a otro y unos 600 reales, la residencia temporaria valida por dos años. Además, yo tenía una deuda con Brasil de 200$ aproximadamente que pasó por alto por obra del espíritu santo, con lo que nos ahorramos un buen dinero que hemos estado usando para tomarnos esto de la emigración con calma
No sé si porque tenía nervios, porque todos los trámites me producen una especie de temor y la burocracia me da tiempo de pensar finales terribles como el de que no te den los papeles a tiempo o se me pierda algún documento importante, etc. o por la resaca de la botella de ron que me había tomado el día anterior, o por toda la película de terror, suspenso y comedia de la que habíamos sido partícipes los últimos 3 días, pero mientras estaba en la cola esperando por cualquiera de los múltiples trámites de ese día, empecé a sudar frío, las manos me temblaban, tenía taquicardia y un calor hijo de puta que ese sí sentían todos a mi alrededor. Tomé agua, comí sopa que nos regalaron en el refugio, respiré, medité, lo peor ya había pasado y pasado un buen tiempo volví a la normalidad.
Para terminar la odisea, salimos a las 3 de hacer los trámites y el último autobús a Boa vista salía a las 3 y media, corrimos, compramos comida para llevar y nos montamos en el autobús. Dos horas y media más tarde llegamos a Boa vista. En el terminal había otro refugio aún más grande. Pedimos un taxi para el aeropuerto y el señor iba hablando mal de los venezolanos en Boa vista, al menos dijo que nosotros parecíamos chéveres. Llegamos al aeropuerto cansados, destruidos, con cara de refugiados, sucios y pegostosos. Habían deshabilitado las duchas, no había wifi, a menos que se lo compraras a unos venezolanos que lo tenían acaparado. Trabajos que no son trabajos. De 100 personas aproximadamente que viajaban ese día de Boa vista a Brasilia (nuestro vuelo no era directo) unas 80 eran venezolanas. Me complació saber que éramos los únicos que íbamos a Río de janeiro. El vuelo era a las 2 de la mañana, compartimos historias de trochas con los otros venezolanos, todas locas, absurdas y sufridas tanto o más que la nuestra. Volamos hasta Brasilia sin inconvenientes, en Brasilia estuvimos 4 horas, luego volamos hasta Río de janeiro, en el camino me tocó al lado un empresario brasilero que preguntaba sobre la situación en Venezuela y yo venía eufórica y no paré de hablar, luego pensé que debía inventarme un personaje con otra nacionalidad porque si no, la situación en Venezuela sería el tema de conversación todos los días. Por fin llegamos a Río, creo que nunca había estado tan cansada. Río, ciudad maravillosa que tuve el placer de ver desde un tren desde el aeropuerto a la terminal. Al llegar a la terminal Oscar fue a comprar los pasajes a Paraty y el vendedor le dice que ya no quedan y que ese era el último autobús del día, Oscar casi se puso a llorar, yo creo que lloró y no quiso admitirlo porque el vendedor llamó a la agencia y preguntó las posibilidades y por suerte se había equivocado y justo quedaban dos pasajes. Era el asiento más cómodo en el que me había sentado en los último 5 días, con cargador de celular de un lado, baño y aire condicionado decente.
Después de 5 días de viaje, locura, refugio, rabia, frustración, alegrías, tristezas y un sinfín de emociones dentro del espectro de las mencionadas, llegamos a Paraty. Mi amigo London había comprado comida y cervezas para recibirnos. Cuando llegamos estaba trabajando a unas cuadras de aquí, lo visitamos, lo saludamos. Volvimos a casa, comimos, nos bañamos por fin con agua que salía de chorro y dormimos.


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