La casa como tema.


La primera vez que leí esa frase fue como nombre de un libro que encontré casualmente en la biblioteca de la casa de los padres de Oscar. Fue una sorpresa descubrir una foto de la casa donde estaba viviendo en la primera página del libro. Al principio no la reconocí, era una foto vieja, antes de la mata de mango y de la reja.

No sé si sea por mi signo o por la suerte de haber vivido en casas increíbles, pero soy casera, me encanta pasar tiempo en casa. Tanto que he reflexionado acerca del tema y ese libro me dio una perspectiva de la casa como objeto análisis. Cuando estudiaba psicología quería hacer una investigación acerca de la influencia que tiene vivir en una casa o un apartamento en el desarrollo de tu personalidad. Obviamente, hay muchas variables a estudiar, el tipo de casa, si tiene jardín, si entra el sol, si tiene buena iluminación, si comparte espacios con los vecinos, si está en un lugar seguro, los materiales de construcción, los vecinos, las esquinas, los colores, etc. En ese momento desistí de llevar la discusión a la academia pero siempre me han parecido un objeto de estudio fascinante las casas, sean estas de la forma que sean. Entrar en una casa, conocer cómo vive alguien al conocer su espacio, observar las distintas formas en que los seres humanos organizamos nuestra vivienda y cómo se correlaciona con lo que ya conozco de esas personas.

Pasé los primeros 17 años de mi vida en una casa en la montaña, con patio y porche, en las afueras de la ciudad, aunque digamos que no estaba tan lejos de todo. Recuerdo el contraste que era ir a la casa de mis primas, vivían en un 23avo piso en una de las 4 torres, en uno de los 4 apartamentos por piso. Residencias Los árboles, sin árboles. Estaba en el centro de todo, o así lo pensaba en ese momento. Todo lo que yo creía necesitar en mi adolescencia estaba al alcance de unos pasos, todo menos el silencio en las noches, me aturdía el ruido de la ciudad, no podía dormir. En las noches soñaba que estaba en mi casa.

Mucho después acabaría acostumbrándome al barullo embrutecedor de la ciudad cuando me mudé a casa de mi abuela, un apartamento iiiímpecable, con iiiímpetu e iiiiintención en todas las palabras que comienzan por in/im, tal como las pronunciaba mi abuela, amobladísimo, la sala de estar, tenía muebles blancos iiiiinmaculados, donde no provocaba estar, piso de parqué en el que podías reflejarte y no por nuevo sino porque era la razón de vivir de mi abuela, se encargaba de barrerlo diariamente, pulirlo con un coleto, echarle cera, volver a pulirlo y estar pendiente del más mínimo iiiiìncidente. Recuerdo los baños de esa casa, nunca encontrabas por casualidad un pelo resaltando en las baldosas blancas, siempre con papel higiénico (hasta en momentos de escases) y sin basura en la papelera, con jaboncitos decorativos que nunca nadie usó. La casa de mi abuela era mi abuela siendo casa. Cuartos cómodos y pomposos, cama de princesa, cobertores blancos, 3 salas y un comedor. En una de las salas, la más grande, podríamos decir que la principal, tenía un mueble flaco y largo recostado en la pared y encima fotos de la familia. A mi abuela le encantan las fotos de otros, sobre todo las fotos de su familia. Así cada núcleo familiar en algún momento tuvo la deferencia de tomarse la foto de la familia para regalarle a la abuela.  Algunas espontáneas, en la playa, en una fiesta de navidad, aprovechando la ocasión en la que estaban todos para cumplir el deseo de la abuela, todas las fotos menos la de mi núcleo familiar. Por alguna extraña razón no hemos podido reunir a la familia y tomar una foto que quede a la altura de los otros portarretratos. Habían llegado reclamos de la familia por la falta de la foto así que para un cumpleaños de mi abuela mi papá diseñador pero no muy inspirado utilizó una foto en la que aparecemos mi hermano, él y yo, y mi hermana iiiinmensa y mucho más blanca que los demás. Mi hermana originalmente no salía en la foto así que mi papá hizo un montaje, el resultado: mi abuela adoró la foto, a nosotros nos causa risa, y bueno, la casa de mi abuela, las fotos de mi abuela, son mi abuela hecha casa, y su historia en fotos, iiiiiincluyendo a mi papá, la oveja negra de la familia.

Sin embargo, cuando viví en “El apartamento”, un apartamento que una amiga nos alquiló a un precio ridículamente barato en el primer piso de un edificio antiguo y elegante frente a la Plaza Altamira, fue que realmente me entregué al bullicio de la ciudad. Para ese momento la plaza Altamira era escenario de eventos que demarcaron un momento histórico en nuestro país y de acontecimientos que contribuían con el desarrollo socio cultural de la época. Una de las zonas urbanas más caras de la ciudad. Primer piso, vista VIP de todo lo que pasaba en la plaza, con un árbol inmenso en frente que lograba salir del concreto y sobrepasaba el tamaño del edificio. Ahí no había manera de dormir sin aceptar el maldito y embrutecedor barullo de la ciudad. Los latidos de la noche, las palabras lanzadas al aire con gritos de quien nadie escucha, “cigarros, cigarros, cigarros”, cornetas, insultos, risas, música, negocios.

Años antes había deseado vivir allí luego de una fiesta en la que nadie preguntó la dirección más de una vez. Yo vivía en el contraste perfecto de El Apartamento: casa con jardín, en lo alto de una montaña donde no pasaba nada, o casi nada alrededor, silencio y tranquilidad casi temible. El Apartamento era tan céntrico, tan cerca de todo, a una cuadra del metro, a dos del metro bus, todo lo que necesitaba a 2 cuadras a la redonda, todo tan cerca, accesible, estratégico, tanto como ruidoso y encapsulado. La ciudad, pleno centro de las protestas, la guerra de unos pocos, las ferias del libro, los conciertos por la paz, las fiestas de año nuevo, todo frente a mi ventana. La esperanza y la alegría conviviendo con el miedo y la injusticia. Nunca sentí la muerte tocar la puerta, literalmente, hasta esos días del 2017 en El Apartamento.

En la misma época de El Apartamento también por un precio absurdo, absurdo era que costaba más la perrarina del perro que cuidábamos en esa casa que lo que pagábamos de alquiler, vivíamos en una casa inmensa: Las Ranas. Nunca vi una rana en esa casa pero así se llamaba y así la llamábamos y así la seguimos llamando cuando la convertimos en una especie de casa cultural. En esta casa empezó mi obsesión por las casas. Premio nacional de arquitectura, diseñada, cuando digo diseñada es que estaba pensada, el efecto de la luz al atardecer pasando por las rendijitas de las romanillas de madera como líneas multiformes, la división de los espacios delimitados por materiales, escalones, barras o jardines. La interacción del ambiente, el clima, la vista, la comodidad y la casa, la altura, las formas, las esquinas, los espacios. No era lujosa, pero era muy elegante, ubicada en Colinas de Bello monte con una vista que servía de excusa para vivir en Caracas solo para no perderse a las guacamayas atravesando la ciudad, El Ávila impetuoso, el verdor surgiendo del cemento, los atardeceres anaranjados. Fue templo Krishna por 13 años. La casa que aparecía en la foto del libro sin mata de mango, sin reja. Tan grande y tan demandante. La casa como templo. El servicio hacia la casa. Una casa para reverenciar, cuidar, ponerse a sus órdenes. En una Venezuela en crisis, sin agua, sin comida, sin transporte.

De El Apartamento y Las Ranas, nos mudamos en un camión lleno de todo lo que tendríamos en casa a una cabañita en lo alto de una montaña mágica en Los Andes venezolanos, muy diferente en todo a lo que veníamos viviendo. Agua corriente de manantial después de 2 años en los que nuestros horarios se cronometraban con la llegada del agua y el resto del tiempo ésta estaba estancada como nosotros empezamos a estarlo también. Para donde miraras había naturaleza, aire puro, sin muchas comodidades. Sin baño y un 40% de la casa por construir. Al principio, que por la situación país fue largo, sentía que habíamos retrocedido unos 100 años en el tiempo y que vivíamos en la precariedad de la falta de tecnología y de los pocos avances de esos años. Ahí la casa era un retiro espiritual donde estaban presentes tus pensamientos como el ruido que no se silenciaba en la ciudad. Tan lejos de todo. No había manera de no encontrarse con uno mismo viviendo en un lugar así, varios vecinos estaban locos, nosotros sobrevivimos a la locura y reconstruimos la casa en un año y medio. La casa creció y se acorazó con ventanas y puertas, con paredes de barro y madera, y nosotros salimos reconstruidos y acorazados de esa casa. Movidos por la posibilidad de caer en la locura y la imposibilidad de mantenernos económicamente, nos vinimos a Brasil a una casa de playa.
               
Ahora en Brasil, a 100 metros de la playa, 3 kilómetros de un río con cascada, un pueblo turístico y costero en el que se puede llegar a todo, o casi todo en bicicleta, casa alquilada, un jardín que ya cumple su función de estacionamiento de bicicletas, problemas con las tuberías, cocina pequeña, casa para vacacionar, construida para turistas que no pasan mucho tiempo en casa y nosotros en cuarentena. Gracias al universo tenemos la inmensidad del océano besándonos los pies y la renovación de los ríos a pocos kilómetros.

Siento que cada casa ha construido una parte de mi vida, una columna de mi forma de pensar, un espacio de tranquilidad y comodidad, una hamaca, un porche, un jardín. Un sótano con temores y malos recuerdos, una sala donde estar, abierta a buenas conversaciones y a distracciones recreativas necesarias. Una cocina grande llena de amor y abundancia, movimientos prácticos para sobrevivir y adaptarme a cada espacio, he aprendido qué es indispensable tener en una casa y qué me amarga la existencia.

¿Dónde queda? ¿Qué hay cerca? ¿De qué materiales está hecha? ¿Tiene muebles cómodos, espacios abiertos, salas de estar? ¿Entra sol? ¿El cuarto donde duermes es oscuro? ¿Tiene un buen sistema de agua? ¿Qué tal la vista? ¿Sientes que hacen falta ventanas? ¿Te sientes seguro? ¿Cuál es tu lugar favorito en casa? ¿Es grande, pequeña? ¿Vives solx o con mucha gente? ¿De qué color es?

La casa representa la madre, la familia, el hogar. Dicen en el feng shui que tu casa es una representación de tu mundo interno. Si ésta está desordenada, oscura, incómoda, llena de cosas que no sirven, cachivaches y escombros, cosas rotas, mal hechas, sin cariño, así estará tu mente. No siempre es diseño, buena disposición, buenos materiales, buena ubicación, no siempre se trata de arquitectura en todo el sentido de la palabra. A veces mover la disposición de los muebles, salir de cosas que no nos sirven, tener plantas bien cuidadas, ordenar, pintar, limpiar. La casa representa un espacio de convivencia contigo mismx y con los demás. Representa nuestro espacio interno en lo externo, en lo que hacemos y dejamos de hacer en ella. Me interesa la casa como tema, como sujeto de discusiones que nos profundicen en lo que significa, en el imaginario de cada uno, en lo que nos afecta. Para mí la casa es un tema que hay que llevar seriamente. ¿Y para ti?



Comentarios

  1. CONCEPTO

    DULCE REFUGIO ANTIBOMBA, surgió de los recuerdo de lo que viví al comenzar la pandemia.

    La pandemia me sorprendió a mí y a mi madre en casa justo en el momento que me retiraba de mi empleo fijo.

    No teníamos ingresos económicos ni mucho alimento, apesar de que no pasamos hambre , no las vimos difícil.

    Yo tuve que salir a rescatar mangos detrás de casa y bueno, comimos mango en diferentes modalidades, verdes con sal, dulce , frito, y deshidratados para que perdurará la pandemia o una inesperada guerra.

    Caí en un estado de anciedad y depresión fuerte por no poder salir a trabajar y llevar el sustento a la casa. No se podía salir.

    Mi madre con problemas respiratorio era un tema delicado y teni aque cuidar de ella.

    El miedo y el terror me invadió más a mi que a ella, y puedo decir que mi refugio y salvación lo creo mi madre hacia mi.

    Con el paso de los días, la casa fue nuestra cárcel y nuestro dulce refugio.

    Las conversas diarias se fueron haciendo cada vez más intensas,sobre la vida y la muerte. fortalecieron el lazo entre mi mamá y yo.

    Llamadas por teléfono a amigos y familiares reconfortaban el alma. El tiempo fue aliviando los miedos y las tristezas.

    Igual, en casa prepare comida para que perdurará muchos meses y hasta cree utencilias para la guerra.

    En la zona se sabía de personas invadiendo casas. Tenía que estar atento a todo . Un botiquín de primeros auxilios y supervivencia.

    Recordé el cuento de los tres cochinitos y el lobo feroz. Y me decidí a realizar una casa fuerte y resistente , con materiales encontrados. Que resistiera las tempestades y la barbarie humana.

    Pero me di cuenta que en nuestra casita nosotros éramos más parecidos a los depredadores , éramos un manada unida como los lobos , y la matriarca de la casa siempre fue mi mamá , siempre atenta , bondadosa, protectora, guerrera, fuerte, inteligente y optimista en cada momento.

    Nos hicimos fuertes desde el cuidado y el amor. Sobrevivimos a los momentos más difíciles de la pandemia.

    El 30 de enero de 2023 mi mamá parte a otro plano espiritual. Me deja un vacío en el corazón que cada día que pasa se va sanando con el hecho de seguir adelante , ahullando al cielo , al sol cada mañana mientras despierto y a las estrellas antes de irme a dormir.

    La casita que una vez fue el dulce refugio anti bomba ahora es la fortaleza y el techo en donde siempre llegaré a materializar los sueños los proyectos de una familia que respira y camina en dirección de un lindo y resplandeciente porvenir.

    Este refugio dulce ANTIBOMBA tiene la altura de mi madre 1,54 cm. Es chiquita , gordita, bella y poderosa. Ltg2023

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  2. Yo sería el cactus 🌵 en la ventana de tu casa Moi

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