Viejo de pequeños temores.
Lo confieso, me cuesta alejarme aunque sea eso lo que quieras. En un intento por no abrumarte decidí escribir aquello que quiero escribirte aquí, siento la necesidad de ordenar mis ideas, presiento que esto va para largo y no va para nadie. Me cuesta bajarle a la intensidad, me cuesta dejar de pensar en las cosas que no entiendo, me pongo monotemática, como me pongo cuando no entiendo algo: no entiendo porque me dejaste en visto. OK, digamos que entiendo, yo también me asustaría, demasiada intensidad. Me refiero a la noche en la que nos íbamos a ver y no nos vimos y me respondiste a las horas con una excusa chimba. Creo que dos días antes metiste un rotundo freno en la relación. No sé qué pasó pero bajó de 100 a 20. Esa noche giró en torno a tí, no dije tu nombre, digamos que giró en torno a la relación arquetípica que estamos viviendo. Hablar me ayuda a calmar la revolución de posibilidades con las que mi mente llena los espacios vacíos. Esa noche, ese día, sospechaba que no te ib